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Los caminos de la vida

El tubo rojo

Hace varios meses estaba pasando unos días en Galicia.  Fui a visitar a mi prima Mónica en la provincia de A Coruña. Tareixa, mi mejor amiga, y de la cual me he sentido enamorado en más de una ocasión, también estaba pasando el fin de semana en esa parte mágica de España.  Yo disfruto inmensamente hablando por teléfono con ella y me hacía mucha ilusión escuchar su voz, especialmente ya que ambos estábamos tan cerca.  Es mágico para mí hablar con una gallega a la cual quiero mucho, estando los dos en su tierra.
 
Aunque yo la llamé muchas veces, y la mandé multitud de mensajes de texto, no di con ella.  O bien tenía el teléfono apagado o bien tenía cosas mejores que hacer que hablar por teléfono. No pudo ser por lo cual era imposible.  No podía dejar de pensar en lo mucho que me apetecía oír su voz.
 
La tercera noche que yo pasé en Galicia  me di cuenta de que notaba sensaciones extrañas en la parte derecha de mi pecho.  Como un tubo fino de colores rojo y negro alternándose en espiral  Este tubo surgía del lado derecho de mi pecho, acabando donde estaba Tareixa. Era adicción.  
Fue muy curioso cuando sentí este tubo dirigirse hacia otra persona.  Me resultó interesante identificarlo como adicción.  No era hermoso.  Era estar enganchado, era necesitar otra persona para mi bienestar.   No pude sacarla de mi cabeza.  No podía dejar de pensar en ella.  Tuve que sedarme para conciliar el sueño.
 
Yo soy de la hipótesis de que lo que me pasa a mi, le pasa a otras personas.  Yo no soy pionero en nada.  Hay otras personas que se quedan tan enganchadas a otra persona que no son capaces de sacárselas de la cabeza. Hay personas que se obsesionan hasta tal punto con alguien que no son capaces de dormir, que no pueden concentrarse en sus quehaceres.  El tubo rojo no es un lugar bonito.  Es un lugar que huele mal, que apesta.
 
Al haberme pasado a mí el sentirme enganchado a otra persona, le pasará a bastante gente mas.  Notan esta sensación extraña de un cilindro que surgiendo de su pecho, acaba en sus pensamientos acerca de otra persona.  El sentir este conducto que sopla hacia otra persona, indica que están obsesionados con ella.  De la obsesión a la violencia, el paso es pequeño.
 
Al no ser capaces de dejar de pensar en el objeto de su manía, necesitan tenerla cerca en cualquier momento.  Necesitan tenerla controlada.  El tubo rojo canta con más fuerza si ella habla con otros hombres.  Este caño sopla con más energía si se interrumpe la relación.  Harán cualquier cosa con tal que esté lo más callado posible.
 
Si ella no obedece sus órdenes, el tubo rojo grita.  Si ella muestra independencia, el conducto escarlata canta.  Si ella no acepta ser su propiedad, el caño carmesí llora.  Si ella está lejos, el canalón carmesí grita.
 
El maltrato es perfectamente explicable por el intento del adicto de mantener este tubo rojo lo más callado posible.  Sentir este canto surgiendo de su pecho al pensar en la otra es incómodo.  Muchos están dispuestos a hacer lo posible para no oír su melodía.
 
No es señal de amor.  Es un signo de obsesión.  Cualquier cosa es aceptable para mantener este tubo callado.
 
Cualquier muestra de independencia por parte de ella tiene el resultado de que él escuche la melodía de este ente desconocido que surge de su pecho con más fuerza.
 
Ella habla con un amigo.  El caño carmesí llora.  Él la da una paliza.
 
Ella empieza un trabajo nuevo.  El tubo rojo grita.  Él la pega.
 
Ella decide dejarlo. El conducto escarlata aúlla.  Él la mata.
 
Besos,
 
 

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