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Más vale sólo que acompañado por una mujer depresiva.
Desde la primera semana él sabía que esa relación iba a ser uno de esos líos de una noche que duraban dos años. Ya le había ocurrido con anterioridad. Siempre el mismo patrón. Mujer masculina y depresiva. Todas muy buenas personas. Faltaba magia. Ellas le querían mucho más que él a ellas. Aún así él no sabía escapar de esas relaciones tan ñoñas. Saber, pues si. El problema era hacer. Bastaba un quiero que seamos amigos. Un no estoy a gusto en la relación. Con Soledad tardó dos años en atreverse a dormir en el sofá. Él estaba dispuesto a aguantar el tiempo que fuera sin compartir el lecho con ella. Respiró con alivio tras ver que ella se dio por aludida la primera noche. Dos días después ella se había mudado a casa de su madre. Miguel estaba encantado de estar libre tras tan poco esfuerzo. Aún así se maldecía por no haberlo hecho año y medio atrás. Era duro admitirlo pero hubiera estado mejor solo que acompañado de una criatura tan sosa.
El amor no era el fuerte e Miguel. Nadie le había explicado que se trataba de un juego divertido, si se conocen las reglas. Él amaba tanto las mujeres que tenía la costumbre de tratarlas como iguales. Otra de sus peculiaridades era mostrar mucho de su ser interior al prójimo. Esas dos cualidades hacia difícil que entraran mujeres en su vida. Lo habitual era que los hombres esconden muchas de sus intenciones, que su meta era follar, y las mujeres lo sabían de sobra. Miguel tenía la autoestima por los suelos. No se imaginaba follando. El amaba a las mujeres y quería amigas. Ni tenía ninguna meta más allá de la amistad. Las mujeres no se creían que lo que se veía era lo que había. Este es un pervertido era lo que Miguel imaginaba que las mujeres a su espalda se decían que era un pervertido. Averiguó que a las mujeres normales no les apetecía tener en su vida un hombre que les entraba desde la debilidad. Él había pasado un año llegó de oído a las mujeres por no saber cómo funcionaban las mentes de las mujeres. No fue capaz de adivinarlo por su propia cuenta.
Desconocer que la seducción era un juego divertido había supuesto mucho retraso en investigar las reglas. Para más inri, en aquella fase de su vida él tenía su concentración mermada por tantos años tomando medicación. Tenía manuales para aburrir. Lo que no tenía esa disciplina para leerlos. El aprender las reglas era una fantasía inalcanzable. La falta de concentración era un lastre..Únicamente era necesario constancia. Eso le entretenía. Eso sí, sabía que estaría mucho mejor sólo que pasando más de una semana con una mujer masculina y depresiva
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